Ella nació de seis meses cuando yo tenía nueve años.
Ella era muy pequeñita y frágil, era un milagrito, un verdadero regalo del cielo para mi familia que se estaba rompiendo.
Ella es mi hermana.
Adriana es una dulce y muy inocente niña de 11 años, es graciosa, ocurrente, madura, adorable, molestosa y todo lo que una perfecta hermana menor debería ser y es quien me hizo querer ser grande para protegerla.
Han de saber que mi familia no es perfecta, es relativamente disfuncional de vez en cuando y que ha tenido sus épocas buenas como épocas malas, hemos tenido altibajos, bajos y muy bajos; pero aquí estamos, amándonos como se puedes y como se debe a veces. En gran parte todo esto es gracias a mi Gotita.
Como les dije ella nacio muy pequeñita, se quedo en una incubadora casi un mes después de nacer, fue una bebe canguro que tenia que dormir en el pecho de mi mama y cuando dormia sola teníamos que ver si seguía respirando. Lloro por primera vez en el cuarto mes de nacida y se enfermaba mucho, peró nacio con dos dientes, su primera palabra fue papá, camino sola justo al cumplir el año y no paro de crecer.
Extraño esos días cuando no tenia mas que hacer que verla jugando, cuando podía ayudar a darle de comer, si hubiera sido un poco mas grande cuando ella llego hubiera apreciado mejor cada gesto, cada movimiento, cada pasito suyo, me hubiera aferrado mas a sus manitos cuando solo le alcanzaban para tomarme tres dedos.
No me quejo, mas bien abrazo mis vagos recuerdos y la adoro mas cada dia que crece, imaginado que será una buena mujer, una tierna mujer con la capacidad de amarme eternamente sin limitaciones, sin rencores. Abrazo la esperanza de verla a los ojos dentro de muchos años y seguir viendo a esa bebe tan tierna que hizo más felices mis últimos años de infancia.